... relatos pseudopoéticos escritos desde lo más profundo de mi ser

Pronóstico reservado

El pie izquierdo no me quiere hacer ni caso y mis manos, como anoche me advirtió el médico de urgencias, han comenzado a entumecerse y a temblar sin motivo alguno. Muy pronto, según su pronóstico, mis pupilas se enrojecerán y al caer la noche invadirá mi alma una terrible sed que sólo podré saciar inundando mis entrañas con ardiente sangre humana. Oh dios mío, ya percibo los primeros síntomas: como mi cráneo se encoje, como se me seca la garganta, como se afinan mis oídos… Maldita sea, por qué saldría anoche.

Liquidación post mortem

Por fin quietas las cuerdas dejaron de recitar acordes de memoria mientras el viento, que pasaba sin detenerse, tarareó con ternura los últimos versos de su voz rota.

Su alma, colmada de pesares, recogió del suelo las frías monedas con las que sobornar a Caronte y resbalando sobre el reflejo de las luces navideñas desapareció para siempre entre las aristas de los tejados.

A la mañana siguiente nadie extrañó su ausencia pues el hueco que antes ocupaban sus canciones fue invadido por seductores destellos de escaparates en ofertas y gente que cargada de innecesaridad pasaba corriendo de un lado a otro.

Manifiesto sobre la inexactitud de las matemáticas

Desconcertado por la continua avalancha de noticias sobre corrupción, malversación y desvío de fondos públicos, delitos fiscales o prevaricación, trato de rescatar del fondo de mi memoria las “ineficaces” lecciones del Grajo quien envuelto en una nube de humo y rodeado de colillas de Ducados nos ilustraba con trenes que, aún sin importar su destino, siempre llegaban a su hora y como la X, colmada de incógnitas y secretos, era cruelmente separada de los números mediante signos matemáticos sin escrúpulos.

Aquellas mañanas cubiertas de escarcha ahuyentábamos el frío corriendo detrás de un balón en un patio sombrío y desentrañando el valor de una letra en función de los números que a su alrededor hubiera.

Hoy, quince años después de que anhelando eternidad grabara mi nombre en uno de los pupitres de las Comarcales, alcanzo a comprender que las tablas de multiplicar, la regla de tres, las raíces cuadradas o el Teorema de Pitágoras han quedado obsoletos para el homo sapiens thecnologicus que somos. Y aunque me resulta extraño imaginarme a mis profesores de matracas como vendedores ambulantes de objetos perecederos así me incitan a hacerlo los titulares de prensa (siempre dispuestos a informarnos de forma objetiva e imparcial), y gracias a ello ahora comprendo que en nuestra maravillosa sociedad del siglo XXI dos más dos no siempre son cuatro, o al menos no para todos por igual, y para muestra un botín.

Turno de noche

Muerto, pero mío –reclamó una delicada voz oculta tras una cortina de humo.

Acompañados por el eco de nuestros pasos y el tintineo de las luces fluorescentes recorrimos en silencio los fríos pasillos que conducían hasta el depósito. Allí, reconoció sus ojos verdes, aunque sin brillo, y acarició con dulzura sus pálidas mejillas mientras sonriendo me preguntó si alguna vez había estado en el cielo.

Claro –le respondí de forma irónica maldiciendo mi trabajo- pero apenas lo recuerdo.

Historia de un olvido

Y nada más existió hasta la llegada del alba, una milésima de segundo comprimida en un suspiro, un lamento ahogado en una existencia colmada de miserias.

A la mañana siguiente la vida, demasiado angustiada por el inevitable paso del tiempo, sólo pudo recordarla con unas iníciales vacías en una nota de prensa.

Esa misma noche, mientras el mundo seguía girando como si nada, la memoria insensible abandonó el eco de su voz en los brazos del tenebroso olvido consumiendo para siempre su recuerdo.

Otoño en soledad


Como tantas veces había hecho de niño, lanzó sus juguetes rotos al fondo del pozo mientras balbuceaba entre lágrimas maldiciones sin sentido. Entonces, tratando de dejar tras de sí su propio dolor, brindó con la luna por el tiempo pasado, comprendiendo que no todas las heridas terminan sanando, ni todos los finales terminan felices.

Ensoñaciones al atardecer

Caminar descalzo sobre el otoño que cubre de ocres la playa, sintiendo como mis pies se hunden sobre la arena y las olas no cesan en su empeño de borrar las huellas que siguen e incansablemente persiguen la sombra que de mi alma se desprende.

A lo lejos un barco se precipita al vacío desde el horizonte resquebrajado hasta los confines de la tierra en busca de peces de cristal que no alimentan pero sacian la sed de grandeza de quienes ansían gobernar el mundo.

El sol entonces alertado por Venus corre a esconderse bajo mis pies alargando aún más la estela de mi propia existencia, mientras la luna, convirtiendo en oscuridad la luz, funde el mar con el cielo y el murmullo de sus olas con la brisa otoñal, que me despierta de mis quimeras.

Y soñando con los peces de cristal recojo cuanto detrás de mí fui dejando y regreso sin aliento a la cotidianidad de la vida.

La lanzadora de cuchillos

No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento y al instante, sintiendo como un escalofrío rasgaba su piel, trató de huir pero los miedos que tanto tiempo llevaban dormidos despertaron de pronto y atenazaron cada uno de los músculos de su cuerpo. Inconscientemente, bajo la tintineante luz de la farola, recordó los gritos de angustia retumbando en su cabeza, las frías noches en vela escondida bajo las mantas, el eco de los pasos subiendo la escalera, los golpes. -Mamá siempre tuvo buena puntería - suspiró, mientras una lágrima resbalaba sobre su mejilla y desaparecía bajo la curvada línea de sus labios.

Fuego cruzado

Desorientada, alzó como pudo la vista y al ver su propio reflejo esparcido sobre los cristales rotos de la moqueta trató de levantarse y huir de su propia pesadilla, pero los músculos de sus piernas, abatidos por los golpes recibidos, no aguantaron el peso de su alma y se hundieron al instante en sus miedos.

Apenas podía comprender lo que estaba sucediendo pues en unos segundos todo aquello que le rodeaba había desaparecido por completo. Un helicóptero, un fuerte estallido, un extraño olor picante, gritos…

Sintiendo como se nublaban los recuerdos de sus familia y como se desvanecía la esperanza, olvidó de golpe el dolor de sus heridas e intentó sobreponerse a la angustia que atenazaba su cuerpo contra el frío suelo.

Con el escaso valor que flotaba en el aire llenó sus pulmones e intentó de nuevo soportar sobre sus hombros el peso de su decrépito mundo. Durante un efímero instante creyó en sí misma y logró ponerse con dificultad en pie, entonces a través del hueco de la ventana pudo ver el infierno del que llevaba huyendo toda la vida.

De pronto una ligera brisa cargada de plomo y metralla atravesó las cortinas y, sacudiendo con violencia las entrañas de su cuerpo, se desplomó inerte contra el suelo. Ya no lucharía por levantarse, ni tan si quiera por sobrevivir, tan sólo se esforzó por recordar los ojos de sus hijas y rezar por ellas.

Instrucciones para reventar su televisión

Este es un mensaje de todos los libros que ha comprado y nunca ha llegado a abrir, de las conversaciones familiares abortadas después de la cena, de las frases a medio acabar por culpa de un gol y de todas aquellas reflexiones silenciadas por el argumento de una película.

Advertencia: Antes de que cometa cualquier locura sería recomendable que durante unos segundos recapacitase usted sobre las causas y las consecuencias de sus actos, y los posibles inconvenientes o beneficios que estos pudieran acarrearle en un futuro próximo, y sólo entonces, y siempre y cuando haya decidido definitivamente deshacerse de la monotonía y la desidia que han llenado su vida de contenidos insípidos y vanos, podrá tomar como suyos los consejos e instrucciones que a continuación se detallán.

Causas: La politización de las diferentes cadenas, los contenidos absurdos y repetitivos, la información previamente filtrada, los teleconcursos para idiotas, la publicidad fraudulenta y engañosa, los ronquidos en el canal GH 24 horas, el asedio de la prensa rosa, futbol, futbol y más futbol a cualquier hora, personajes varios como la princesa del pueblo, los hermanos Matamoros o Jorge Javier, la falta de programas culturales y educativos, el reflejo distorsionado de la realidad, los nuevos ídolos a los que nuestros hijos admiran…

Consecuencias: Dispondrás cada día de entre dos y cinco horas para que puedas volver a preocuparte de ti mismo y de todos aquellos que te rodean. Podrás retomar la lectura de ese libro que hace tiempo abandonaste, ir a pasear junto al mar o a la plaza de tu barrio, salir a hacer deporte, charlar con tu vecino sobre cosas sin importancia, tomarte una cerveza sintiendo cómo pasa el tiempo, hacer el amor o simplemente desconectar y descansar.

Útiles: Es probable que no disponga usted en casa de un fusil de asalto AK 47, una guadaña o una motosierra, pero no desespere, seguro que si deja volar a su antojo la imaginación podrá encontrar en cualquier estancia de su vivienda utensilios eficaces con los que efectuar con precisión el plan acordado. Para ello nos serán de mucha utilidad destornilladores, cuchillos de cocina, una silla del salón, aquella maceta cuya planta hace tiempo murió, el jarrón que tanto odias, la colección de CDs de Rhafael, el cargador de un viejo móvil, las botas de futbol con tacos de aluminio, la hucha que una tía tacaña te regalo por la comunión…

Al concluir a su alrededor se amontonarán esparcidos inertes por el suelo cristales, tornillos, cables, botones, fusibles… en definitiva piezas de aquel calamitoso cacharro que le privo de disfrutar de su familia, que vertió sobre sus hijos reprobables contenidos con total impunidad, que le mantuvo secuestrado infinidad de noches para ver series que ya ha olvidado, que falsamente le sedujo con el reflejo de la fama y de la gloria. Entonces será recomendable que tome aire, se siente y disfrute de la panorámica, sabiendo que ha actuado usted correctamente. Recuerde que su familia y sus propias neuronas se lo agradecerán.

La quinta víctima

Tal vez si hubiera preguntado dónde y no cómo… pero la curiosidad le empujo a errar en la pregunta. Entonces le mire fijamente, sabiendo que solo durante unas horas sería su presa, y tratando de adivinar el sabor de su sangre me deleite relatándole todo cuanto había sucedido: los cuatro chicos elegidos al azar, el cuchillo ensangrentado, sus suplicas, el reguero de sangre…

No sé si mis palabras palidecieron su rostro o si la expresión de su cara puso fin a la macabra descripción, lo cierto es que un escalofrío recorrió fugazmente mi cuerpo al ver el sudor resbalando por su frente y sus enormes ojos inundados de miedo, el mismo miedo, el mismo olor, la misma excitación que aquella noche.

Rodeado de soledades



¿Y mi alma? Ya ni la recuerdo. La perdí de vista una noche mientras perseguía mis sueños y ahora recorro descalzo pesadillas tratando de huir de los miedos que desde entonces cubren con su manto de rocío mi pálido cuerpo. Pero aún hay noches en las que puedo sentir sus uñas clavándose en la profundidad de mi pecho, resquebrajando la piel que me aprisiona y me ata a la vida, dejando escapar así los tormentos que hacen mis noches oscuras y mis días eternos. Y la busco incansablemente entre recuerdos que agonizan en mi memoria, pero sólo encuentro lamentos, ecos lejanos de angustia que en medio de esta fosa común a los brazos del olvido me empujan pereciendo sin ella cada día un poco más.

tres historias con diferentes desenlaces que comparten idéntico comienzo

Fumar puede matar


-¿Y cuándo será el incendio?
-¡Qué importa! Para cuando todo lo que nos rodea perezca sepultado por las cenizas, ambos habremos abandonado este cementerio en el que aún florece la vida.
-Pero, quizás…
-No. Olvídalo. No habrá un quizás, ni duda alguna, ni titubeos, ni si quiera habrá futuro. Es inevitable.
-¿Y Lucía?
-Lucía… sufrirá. Pero el dolor se desvanecerá con el tiempo.
Entonces el silencio hizo que las voces que retumbaban en mi cabeza se desvanecieran por completo. Respiré profundamente tratando de encontrar la solución. No la había. Ya no. Abrí el gas y encendí un cigarrillo. Esta vez la cajetilla tenía razón.

Fuego a discreción


-¿Y cuándo será el incendio?
-Ten paciencia, aún debemos esperar a que el sol esté sobre nuestras cabezas, sólo entonces actuaremos.
-¿El sol?
-Pronto lo entenderás ¿Has traído todo lo necesario?
-¿Charly crees que hacemos bien?
-No es el momento de tener dudas Johnny, sino de llenarnos de valor, recuérdalo.
-Si claro, pero…
-Tranquilo. Todo saldrá bien, hemos repasado el plan y no habrá ningún problema. Yo lo haré si así te sientes mejor.
-Gracias.
-Bueno, ha llegado ya el momento, acércame el super rayo exterminador y…
-… ¿Chicos habéis cogido vosotros las gafas de la abuela?
-¡No mamá!

El fin justifica los medios


-¿Y cuándo será el incendio?
-¿Incendio?
-¿No lo recuerda? Fue idea suya.
-¡No! El plan consistía en atacar todos los frentes posibles mediante discursos incendiarios: política, economía, paro… y desprestigiar así de forma anticipada todas sus posibilidades electorales.
-Y entonces ¿qué hacemos con la gasolina?
-¿Gasolina?
-Eso he dicho ¿oye usted bien?
-¡Dios! Y usted tan tranquilamente apurando ese maldito cigarrillo como si nada.
-Ni fumar a gusto se puede ya.
-¡Está usted loco, vamos a salir todos volando!
-Mire eso sí sería un buen impulso mediático, elevaría su popularidad y los medios le convertirían en un mártir…
-¡Alto! ¿Por qué me miran así?

Rara Avis

-¡Toca jotas! -gritó asombrado mi padre rompiendo en enormes carcajadas.

-¡Has escuchado María: han descubierto en un pequeño pueblo perdido de la mano de Dios un gallo que al llegar el amanecer trata impetuosamente de despertar a los cinco vecinos que allí viven ni más ni menos que tocando jotas! ¡Dios mío! ¿Y qué será lo próximo, un gato bailando sardanas?


Yo apenas entendía lo que tanto les extrañaba pues al fin y al cabo fue una cigüeña la que trajo desde Paris a mi hermanito, pero no dije nada, supuse que aún eran demasiado mayores como para comprender hechos tan habituales.

Tormenta y tormentos



Después de descargar toda su ira contra las indemnes rocas del acantilado el mar cayó abatido, pero sin descansar apenas se levantó con fervor y de un golpe volvió a arremeter aún con más fuerza contra ellas. Los pilares de la tierra temblaron pero no quebraron y terribles tormentos sacudieron durante largo tiempo el cielo y los infiernos. La paz no retornó hasta la llegada del amanecer pero no trajo consigo el añorado descanso sino el llanto, el llanto de una oscura silueta clavada de rodillas en la orilla, sobre la fina arena, donde descansaban por fin los destrozados restos del pequeño y laborioso nautilus de su esposo, desaparecido para siempre en la profundidad del abismo.

Recuerdos de algo que nunca sucedió

Tratando inútilmente de seguir los pasos de mi sombra terminé perdiéndome en mis propios delirios y entre atardeceres metálicos y plateados destellos colgados del cielo, encontré las huellas que de niño imaginé que dejaría y que perdidas, como yo lo estaba, no conducían a ninguna parte. Sentí entonces como mi alma se encogía extrañamente tratando de recuperar de la profundidad de mis entrañas los sueños que en otro tiempo iluminaron las paredes de mi habitación. Y por un instante anhelé perseguir con mi espada a malvados piratas y rescatar a hermosas princesas y desenterrar tesoros en islas desiertas.

Ars Amandi

Un apuesto joven al que besó en los labios con dulzura despertó en aquel preciso instante del sueño que le había tenido aferrado tantísimo tiempo a la oscuridad del reino de Morfeo. Ella entonces le sonrió entusiasmada, creyendo haber encontrado a su príncipe azul, y él, aún somnoliento, le devolvió la sonrisa agradecido antes de dejar caer sus párpados intencionadamente haciéndose de nuevo el dormido.


Mientras escuchaba como los pasos de la joven y el eco de sus lamentos se desvanecían en la lejanía, se preguntó, lleno de incredulidad, cómo pudo la Bella Durmiente encontrar el amor de su vida a la primera con un truco tan ingenuo.

La primavera que nunca existió

Hartas de escuchar cada año la misma sonatina rimbombante del “¿me quiere? o ¿no me quiere?” y de ver como eran impúdicamente violadas por delicadas manos juveniles con la única pretensión de conocer los designios del providencial hado, las margaritas, enojadas por tales agravios, se plantaron y decidieron brotar desnudas tan sólo provistas de su verde tallo, y fue así como la primavera aquel año pasó de largo y el amor avergonzado jamás volvió a ocultarse tras sus pétalos blancos.

En el amor y en la guerra

A mi mujer no le gusta que le fastidie sus estrategias de colonización, pero hoy harto ya de soportar su política expansionista le he plantado cara sin prever las consecuencias del aquel maquiavélico enfrentamiento. Desgraciadamente, cinco minutos después me he visto obligado a aceptar un vergonzoso armisticio y a firmar una rendición sin condiciones. La dolorosa consecuencia ha sido la inmediata retirada de mi colección de vinilos de la tercera estantería del mueble del salón, lugar que ahora ocupará una valiosísima vajilla que nunca usamos. Aunque lo peor de todo es la incertidumbre de no conocer cuál será su siguiente objetivo, pues presiento que su ofensiva aún no ha acabado.

6 de agosto del 45

-Totalmente seguro- respondió con rotundidad una voz escapándose de la radio. Entonces volví a sobrevolar la zona señalada y respirando profundamente traté de convencerme de la existencia de Dios y le supliqué que me perdonara por lo que iba a hacer. Apreté los dientes tan fuerte como pude, volví a tomar aire profundamente tratando de mantener la calma y pulse finalmente el botón rojo tal como me habían ordenado. No quise volver la vista atrás aunque jamás he podido olvidarlo.

Street Fighter

Con este amargor tan extraño recorriendo mí boca, apreté tan fuerte como pude los dientes y traté de reponerme de aquel durísimo golpe, asestado con maestría por aquel impasible simio lleno de ira. Pero volví a caer al instante, sin fuerzas, sin vida, mientras a mí alrededor las luces de colores se consumían y se ahogaban los gritos de aquella jauría enajenada de gente. Entonces respiré profundamente y sonreí incrédulo al ver a mi padre saltando sobre el sofá lleno de alegría. Supongo que la ocasión lo merecía, era la primera vez que conseguía ganarme.

Recuerdos colgando de una alcayata

Extrañamente dentro de nuestro mundo todas las cosas estaban disfrazadas de felicidad y alegría mientras que al otro lado del cristal una fina neblina lo envolvía todo con un manto grisáceo oscuro.

Por un momento, arrastrado por la curiosidad, aparté mi mirada de tus ojos tratando de inspeccionar desde nuestra angosta atalaya todo aquello que pudiera acontecer al otro lado de nuestro idílico paraíso y fue entonces cuando comprendí que el lento transcurrir de los segundos parecía haberse olvidado de nosotros.

Éramos solamente el efímero recuerdo de un instante pasado, colgado de una pared, viendo pasar el tiempo sin poder pasar con él.

Y quise escapar pero no pude, pues yo ya no era yo sino tan sólo el eco de mi voz lejana, la huella de mis pasos perdidos, la sombra de lo que un día fuí haciendo equilibrismo sobre una alcayata.

News National Geographic I: Los erguidos árboles de color cambiante

La evolución avanza, eso es indudable. El hombre en su afán de progreso superó prontamente a cualquier animal de la creación y por ende se sirvió de ellos para conseguir sus fines, fueran cuales fueran los medios. Así logró colonizar parajes inhóspitos y desérticos, hizo que de entre sus manos brotarán nuevos seres, imitando a las aves consiguió surcar los cielos e incluso alcanzó, en una ocasión, la luna.

Por el contrario, debemos señalar que en contadas ocasiones ha participado activamente en el exterminio de diferentes especies, sin apenas importarle; algunas veces, además, su pasividad ha originado que otras tantas desaparezcan de la faz de la tierra, sin más; mientras que en otras trabajó de forma imprudente en busca de su propio beneficio y consecuentemente provocó la desaparición de decenas, por no decir centenas, de seres vivos.

Pero en fin, no pretendamos ahora desandar nuestro camino hacia el progreso y dejémonos ya de lamentarnos por ello, la evolución avanza y por suerte nosotros avanzamos a la par. Por esta causa debemos poner la vista ahora en las nuevas especies que a nuestro alrededor han surgido llenando el hueco de otras que no tuvieron la misma suerte y se desvanecieron a nuestro paso.

Permítanme que en este primer capítulo les hable de una nueva especia arbórea: los erguidos árboles de color cambiante, cuyas férreas raíces se hunden hoy en el espeso hormigón y en el viscoso asfalto de nuestras ciudades y cuya maravillosa naturaleza fascina tanto a peatones como a vehículos, que a cada instante se detienen atónitos para contemplar la majestuosidad de sus formas y los llamativos destellos que incesantemente desprenden. Algunos además, emiten extraños sonidos mediante los que sin duda pretenden comunicarse con otras especies y así interactuar entre ellas, demostrando con estos detalles su capacidad de adaptación a las circunstancias que le rodean y así lograr sobrevivir en un entorno hostil, como son nuestras ciudades.

Esta nueva especie surgió durante la primera mitad del siglo XX en la industrializada ciudad de Detroit y su paulatino avance logró desbancar con facilidad a otras especies como chopos o plátanos que poco a poco fueron cayendo en el olvido y desapareciendo de nuestras modernas urbes siendo suplantados por estos novedosos árboles de color cambiante

Leyendas de viejos marineros

Después de atravesar fríamente la lombriz con el reluciente anzuelo del siete, envuelto en la bruma y en la viejas historias que su abuelo cuando era niño le contaba, lanzó una vez más sus esperanzas por la borda y cobijándose de la brisa otoñal pacientemente aguardo.

De pronto el puntal de su caña se balanceó con violencia.

Tan rápido como pudo trató de recoger sus ilusiones imaginándose un pez en el otro extremo del sedal combatiendo con todas sus fuerzas por salvar su dilatada vida. Después de luchar unos instantes contra la fuerza de la corriente logró rescatar de las oscuras y pestilentes aguas otro viejo neumático corroído por la contaminación del mar, que violentamente devolvió a las profundidades del nauseabundo ponto.

Entristecido, recogió sus cosas y decidió olvidarse de todo, comprendiendo entonces que las historias de peces azules nadando en cristalinas aguas que su abuelo hace años le contó, tan sólo era eso, leyendas de viejos marineros.

No quise olvidarte

Soplaba la brisa desde lo más profundo del mar y vestidas de plata las olas jugaban a trepar hasta el cielo por las rugosas rocas del acantilado sobre el cual volaba mi propia sombra. A sus pies mi alma y a los pies de mi alma la tormentosa soledad y el inmenso vacio dejado por tu ausencia. Volví a tomar aire, en silencio, melancólico, sabiendo que sería ésta la última vez que mis pulmones se llenaban con el viento que en otro tiempo me empujo hasta tí, y sentí de pronto como tus huellas se borraban de mis recuerdos, y no quise olvidarte.

Gastroenteritis crónica

-¿Por qué me mira así?- le pregunté extrañado - ¿cree usted que es tan grave como parece?-
El hombre, sin titubear, afirmó con la cabeza, ocultando su incredulidad tras sus enormes gafas de pasta y su bata blanca. Sin entender muy bien lo que estaba sucediendo exactamente apartó durante un instante sus enormes ojos de mí para volver a inspeccionar al tras luz la radiografía que en su mano temblorosa portaba, mientras boquiabierto seguía tratando de desvelar aquella incógnita.
Finalmente afirmó desconcertado -creo que sufre usted una gastroenteritis crónica debido a que tiene una caperucita roja en el estómago-

Dolor incurable

Desde que tengo turno de noche apenas coincidimos en casa, pero sabes que esta es la única manera de sobrellevar el dolor que me causa tu ausencia. Cada mañana, mientras giro la llave de la puerta, sueño con verte al entrar en casa, besarte y abrazarte de nuevo, y quizá sea por ello que el eco de tus pasos aún me atormenta, pues inconscientemente trato de seguirlos, perdiéndome así en mis propios recuerdos, hundiéndome y ahogándome más y más en mi soledad. Por eso hoy he decidido no volver a nuestra casa y regresar por fin entre tus brazos- pensó, mientras sonriendo, el filo del cuchillo acariciaba suavemente su cuello.

Huida

Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol, quizás un naranjo… a madre le encantaba su aroma- exclamó mi padre mientras sus ojos, hundidos de cansancio en sus propias entrañas, surcaban llenos de tristeza el horizonte -pero antes tendremos que encontrar un lugar donde reconstruir nuestros sueños, donde volver a echar raíces-. Yo, entonces, sentada sobre sus hombros apenas entendía nada de lo que sucedía, pero al volver la vista atrás y ver el humo que envolvía las ruinas de nuestro pueblo, recordé que junto a la ventana había olvidado la vieja muñeca de trapo que me hizo mamá.

garabatos sin sentido

A veces, trato de plasmar sobre papeles arrugados los sueños que con la llegada de la luz del sol se difuminan y se disuelven entre las cortinas de mi lúgubre habitación, luego entristecido decido romperlos y olvidarme de ellos, pues apenas sé dibujar garabatos sin sentido.

Volviéndome loco

Rutinariamente, intercambio sus pulseras identificativas. ¿Por qué lo hago? No lo sé; quizás inconscientemente sólo pretenda que otros consigan cumplir mi sueño y puedan escapar de sus perturbadas vidas. Pero en este grisáceo hospital nada tiene sentido, ni siquiera mis ilusorias divagaciones de intentar salvar al menos sus almas de la voracidad de los demonios, que aún estando vivos, día y noche les persiguen. Sus gritos ya no me dejan dormir, sus hipnóticos paseos me angustian, sus sombrías miradas me atemorizan. Y yo, que lentamente voy sintiendo como me vuelvo tan loco como ellos, sólo trato, con un sencillo gesto, de apaciguar sus atemorizadas almas.

Luchando en otra maldita guerra

Poco a poco las hojas en blanco se fueron llenando de palabras huecas que nada decían, de infinidad de números, de extraños símbolos, de fotos y mapas de ningún lado y así fue como los hombres trajeados, portadores de patrias y banderas, deseosos de más poder del que ya tenían, decidieron arriesgar el futuro de cientos de miles de millones de personas tratando de defender sus propios intereses disfrazadas de verdades irrefutables ante las que nada se puede oponer, y sin tan si quiera reflexionar sobre las nefastas consecuencias, activaron sin titubear el botón rojo que indicaba el trágico comienzo de otra desastrosa guerra. Y de esta manera cada palabra de aquel maldito informe se convirtió en un hombre cualquira (por ejemplo tu), cada número, cada cifra en un arma, cada lugar señalado en el mapa en un objetivo (que logicamente había que conseguir a cualquier precio, costara lo que costara). Pero en ninguna parte aparecían las víctimas, ni los hijos huérfanos, ni las madres desoladas; en ninguna página se señalaba el dolor o la angustia de cuantos injustamente luchaban, pero qué les podía importar a ellos si, refugiados en su bunker al otro lado del mundo, nada arriesgaban, siempre, de una u otra manera, ganaban.

Maldecidos por el nuevo Mesías

Cegados por el brillo de los megapíxeles y los plasmas que rodean nuestra ínfima existencia, obnubilados por deseos insustanciales que ni si quiera necesitamos y atraídos como polillas por el resplandor de metales sin valor hemos vuelto a ser engañados, dos mil años después, por el nuevo Mesías, el dios que todo lo puede, el dios que a todos nos mueve.

Y tu, iluso, creyendo que conoces tus propios pensamientos y que gracias a ello podrás escapar de cuantos males y epidemias nos acechen, te veras empujado a creer y creerás con el tiempo en él; y seguirás sus pasos y aceptarás sus consejos y poco a poco dejarás de pensar por ti mismo sencillamente porque tu ya no existes, sino que serás, como tantos otros, tan sólo uno más.

Y puede que ahora, sonriendo, trates de calibrar hasta que punto llega mi locura y te compadezcas sin más de mí, lamentándote del trágico destino que me aguarda, pero pronto, en un futuro que ya rozamos con nuestras manos, te darás cuenta de que estoy en lo cierto y correrás a sus templos tratando de encontrar allí respuestas a tus desdichas, y buscarás desesperadamente remedios para prevenir extrañas epidemias, y sacrificarás animales en su honor, y siguiendo sus doctrinas festejarás su existencia, pues el nuevo Mesías, el dios Dinero, al que todos adoráis, ha llegado.

Sus templos, inundados a todas horas de fervorosos creyentes, estarán marcados por el símbolo del dólar y acudiréis a ellos tratando de que os concedan un nuevo préstamo o una hipoteca, un aplazamiento de vuestros pagos o simplemente para sacar dinero y seguir inconscientemente malgastándolo.

Os atemorizará con nuevas plagas y enfermedades como la gripe A, y vosotros, ingenuos, correréis a las farmacias para comprar medicamentos inútiles que no sirven para nada, salvo para enriquecer más aún sus propios bolsillos.

El deseo por poseer más y más dinero os llevara a levantar y construir fábricas sin que os importen los males que podáis causar al planeta donde vivirán vuestros hijos, contaminando ríos y mares, destruyendo recursos naturales, devastando bosques y selvas, diezmando en fin el plantea, provocando con ello que lugares y especies animales desaparezcan, o lo que es lo mismo, sacrificándolos por el ansia de dinero.

Festejaréis, por último, su existencia malgastando y derrochando vuestro dinero en memeces inservibles que apenas llenarán vuestra vida durante unas horas, mientras al otro lado de vuestro mundo podrido la gente muere de hambre.

¿Y qué me decís de las Guerras Santas? ¿Cuánta gente morirá involucrada en guerras económicas que no alcanzarán jamás a comprender? ¿Cuánto dinero se malgastará en armas o en recursos militares? ¿Cuál será el precio de la vida?

¿Y ahora, me crees o sigues pensando que estoy loco?

La casa del caracol



Y sin apenas darme cuenta, me hice mayor.


Aquella mañana disfrazada de normalidad apareció, como cada mañana, con el sonido roto del despertador ahuyentando mis sueños, que terminaron desvaneciéndose por completo con cada uno de mis innumerables bostezos.


Tratando a duras penas de recomponerme degustando una taza de café la radio me escupió a la cara, como si nada ocurriera, mi futuro «el precio de la vivienda cae por octavo mes consecutivo» -¡por octavo mes consecutivo!- pensé incrédulo mientras de un largo sorbo acababa el elixir que me devolvía a la vida cada mañana.


El día transcurrió amenizado con la rutina de siempre: papeleo, llamadas telefónicas, conversaciones intranscendentes, miradas vacías dirigidas al reloj de la pared… y el eco de aquellas palabras retumbando en mi cabeza «el precio de la vivienda cae por octavo mes consecutivo». ¿Tal vez no hubiera un noveno mes? ¿Quizá esta fuera mi oportunidad? ¿Puede qué…?


Y de esta manera decidí hipotecar mi vida, sencilla hasta ahora, y unirme en sagrado matrimonio, per secula seculorum, con cualquier banco rufián que me enamorase con sus tasas, su euribor, sus TAEs y sus letras (que curiosamente estarían llenas de números).


Así, comencé, ingenuo de mi, lleno de ilusión mostrando una amplia sonrisa a cada agente inmobiliario que por infinidad de viviendas guiaba mis pasos como si recorriésemos las galerías del Prado o del Louvre, mostrándome las grandezas y maravillas de cada casa que visitábamos. Pisos acogedores y coquetos de treinta metros cuadrados, bohemias buhardillas, amplios pisos con vistas a ningún lugar, antiguas casas con su propia historia pero para reformar, duplex familiares con amplias terrazas millonarias, chaletes con piscina donde ahogarte con tus deudas, bajos sombreados en estrechas calles, casas abandonadas del mundo y de la vida, con ventanas a oscuros patios interiores o con vistas al mar, con armarios empotrados o empotrados en armarios, pareado, con garaje y con trastero, octavos sin ascensor con escaleras al cielo, con uno, dos y tres baños…


Y de esta manera tan triste fui perdiendo la sonrisa y la esperanza, a la vez que los ecos de aquella frase se difuminaban en mis adentros hasta desaparecer, y fue entonces cuando me di cuenta: la casa con la que siempre soñé, o al menos con la que soñaba desde aquella mañana, con vistas a todos sitios y ubicada cada día en cualquier lugar, existía realmente, ¡mi casa era el mundo! Y como los caracoles la llevaría conmigo toda mi vida porque sencillamente vivo en ella.

Envuelto en la soledad de cualquier tarde de otoño sin ti

Incansablemente las olas del mar, luchando por alcanzar las delicadas dunas de papel, acarician con suavidad mi piel, tímidamente, sin quererlo, esquivándome, pues tan sólo pretenden conseguir sus sueños y descansar, al menos un instante, en la orilla del constante vaivén del mar. Mientras tanto, a mis espaldas, siento que el lejano viento del sur, tras haber logrado escapar de las escarpadas montañas que anhelan rozan si quiera un destello del azul cielo, roza mi nuca y hace estremecer a mi alma, devolviéndole lejanos recuerdos aún no olvidados, traídos desde mi añorada tierra natal, entre ellos la suavidad de tus manos recorriendo a oscuras mi cuerpo, tus besos primeros, las noches estrelladas bajo las cuales se convertían en realidad los sueños, los abrazos fundidos en un solo cuerpo… y es así como, ebrio de aquellos sentimientos, el mar me va arrastrando haciéndome suyo, y yo del viento, que me devuelve a ti a pesar de que no te tengo.

Espero que alguien pueda perdonarme por lo que he hecho

Amanece, lo sé porque la luz de las farolas ha dejado ya de golpear mis ventanas. Amanece y yo aún sigo despierto. No he podido dormir en toda la noche, ni si quiera un segundo he podido liberar mi alma para que volará al mundo de los suños. Sentado en el borde de la cama he visto como muy lentamente en el reloj iba consumiéndose una y otra vez el segundero tratando de escapar de su rutina de ir marcando inconscientemente la vida sin poder sentir lo vivido, sólo presente, sin pasado ni futuro. Mis ojos enrojecidos suplican que les deje descansar pero no soy yo quien se lo impide, son esos malditos recuerdos. Yo también quisiera dormir, retornar a las ensoñaciones que en otro tiempo tuve, no despertar, pero no puedo, hoy no. El maldito recuerdo de ese maldito día que nunca debí vivir atormenta mi mente, me hace temblar, me obliga a odiarme. ¿Cómo pude hacerlo? ¿Ni tan si quiera sé por qué lo hice? ¿Ni tan si quiera sé por qué estoy aquí? Me convencieron para defender mi país ¿pero de quién? ¿por qué? Nunca llegué a comprenderlo y menos aún hoy que mis manos tiemblan manchadas de sangre. Ahora siento el frío del metal sobre mis sienes, se acabo. Ahora dormiré para siempre, sólo una última cosa: espero que alguien pueda perdonarme por lo que he hecho.

La realidad

Puedes pintar la realidad del color que tu quieras, del color que más te guste, el que más alivie tus penas, verde, rojo, azul, qué más da? pero dará igual, la realidad será siempre igual de extrañamente dolorosa.

Mundo enfermo II

Prometo no volver la vista atrás, como hizo Orfeo a su paso por los infiernos, ni vlover mis pasos nunca más, pues poco pueden hacer mis manos por ayudar a este enfermo, que se derrumba y cae sin encontrar ningún remedio que sane los males en los que poco a poco se ha ido sumergiendo: guerras, hambre, epidemias, contaminación, poder, envidia, corrupción... y dolor.

Dolor en los labios de un niño que suplica agua.

Dolor en las manos de un niño que muere en la guerra.

Dolor en los ojos de un niño que suspira de hambre.

Dolor, dolor y sólo dolor.

Naufrago

De pronto, al tiempo que los últimos rayos del sol desaparecían tras el lejano horizonte, desapareció también la calma. Fue entonces cuando el mar enloqueció. Primero un inquieto silencio atemorizó mi espíritu, despues -aún se estremece mi alma al recordarlo- el rugir de mil demonios escapando de sus entrañas me precipitó a mi más oscura pesadilla. Las olas del mar que en otro tiempo calmaron mi hambre, me amenazaban ahora de forma cruel y violenta, quizá con el fin de cobrarse con mi vida los dones que tiempo atrás había recibido de él. El agua iracunda comenzó a colarse por los inexistentes huecos del casco, mientrás Perséfone, apuntó ya de resquebrajarse en pedazos, vomitaba nuestra carga al compás de los innumerables golpes con los que el mar nos castigaba. Poco a poco mi alma, amarrada a la vida, fue perdiendo toda esperanza, al igual que Perséfone, mi barca y vieja compañera, fue perdiendo las velas, el timón, la quilla... pereciendo poco a poco a la deriva.

...Y un buen día, sin ser consciente del mágico momento en el que el mar me perdonó la vida, desperté varado en la orilla de cualquier lugar.

La guerra

La oscuridad regresó como cada noche al cielo, pero esta vez su tonalidad parecía diferente; un rojo intenso teñía finamente la linea del horizonte y el extraño silencio que acompañaba a la calma nocturna simulaba un frágil sueño.

De pronto un respalndor de luz al compás de un sonoro golpe.

Despues gritos de dolor.

Y poco despues silencio.

A la mañana siguiente, mientrás los vivos enterraban a los muertos, no salió el sol, tuvo miedo.

Maldito mundo enfermo

Tenía 13 años cuando por primera vez estuve en una guerra. No recuerdo apenas nada, no sé quién combatía contra quién, ni cuales eran las causas, ni los lugares en los que las balas surcaban el aire buscando un cuerpo donde detenerse y detenerle. No lo recuerdo, sólo puedo acordarme que la divertida melodía de mis dibujos animados preferidos dió paso al llanto de los niños, al dolor de las madres, al sufrimiento de un pueblo... era la guerra desde el otro lado de la pantalla, atormentándonos, inquietándonos, sin poder hacer nada por salvar sus vidas, por cambiar este mundo.

Hoy de nuevo he vuelto a estar en una guerra, exactamente igual a las demás, y ya ni recuerdo de cuantas de ellas he huido, sólo sé que la gente sigue muriendo y no podemos hacer nada por cambiar las cosas, salvo recostarnos en nuestro sofá y cambiar de cadena para olvidar sus llantos. Maldito mundo enfermo.