... relatos pseudopoéticos escritos desde lo más profundo de mi ser

Otoño en soledad


Como tantas veces había hecho de niño, lanzó sus juguetes rotos al fondo del pozo mientras balbuceaba entre lágrimas maldiciones sin sentido. Entonces, tratando de dejar tras de sí su propio dolor, brindó con la luna por el tiempo pasado, comprendiendo que no todas las heridas terminan sanando, ni todos los finales terminan felices.

Ensoñaciones al atardecer

Caminar descalzo sobre el otoño que cubre de ocres la playa, sintiendo como mis pies se hunden sobre la arena y las olas no cesan en su empeño de borrar las huellas que siguen e incansablemente persiguen la sombra que de mi alma se desprende.

A lo lejos un barco se precipita al vacío desde el horizonte resquebrajado hasta los confines de la tierra en busca de peces de cristal que no alimentan pero sacian la sed de grandeza de quienes ansían gobernar el mundo.

El sol entonces alertado por Venus corre a esconderse bajo mis pies alargando aún más la estela de mi propia existencia, mientras la luna, convirtiendo en oscuridad la luz, funde el mar con el cielo y el murmullo de sus olas con la brisa otoñal, que me despierta de mis quimeras.

Y soñando con los peces de cristal recojo cuanto detrás de mí fui dejando y regreso sin aliento a la cotidianidad de la vida.

La lanzadora de cuchillos

No pudo evitar mirar de reojo la puerta del apartamento y al instante, sintiendo como un escalofrío rasgaba su piel, trató de huir pero los miedos que tanto tiempo llevaban dormidos despertaron de pronto y atenazaron cada uno de los músculos de su cuerpo. Inconscientemente, bajo la tintineante luz de la farola, recordó los gritos de angustia retumbando en su cabeza, las frías noches en vela escondida bajo las mantas, el eco de los pasos subiendo la escalera, los golpes. -Mamá siempre tuvo buena puntería - suspiró, mientras una lágrima resbalaba sobre su mejilla y desaparecía bajo la curvada línea de sus labios.

Fuego cruzado

Desorientada, alzó como pudo la vista y al ver su propio reflejo esparcido sobre los cristales rotos de la moqueta trató de levantarse y huir de su propia pesadilla, pero los músculos de sus piernas, abatidos por los golpes recibidos, no aguantaron el peso de su alma y se hundieron al instante en sus miedos.

Apenas podía comprender lo que estaba sucediendo pues en unos segundos todo aquello que le rodeaba había desaparecido por completo. Un helicóptero, un fuerte estallido, un extraño olor picante, gritos…

Sintiendo como se nublaban los recuerdos de sus familia y como se desvanecía la esperanza, olvidó de golpe el dolor de sus heridas e intentó sobreponerse a la angustia que atenazaba su cuerpo contra el frío suelo.

Con el escaso valor que flotaba en el aire llenó sus pulmones e intentó de nuevo soportar sobre sus hombros el peso de su decrépito mundo. Durante un efímero instante creyó en sí misma y logró ponerse con dificultad en pie, entonces a través del hueco de la ventana pudo ver el infierno del que llevaba huyendo toda la vida.

De pronto una ligera brisa cargada de plomo y metralla atravesó las cortinas y, sacudiendo con violencia las entrañas de su cuerpo, se desplomó inerte contra el suelo. Ya no lucharía por levantarse, ni tan si quiera por sobrevivir, tan sólo se esforzó por recordar los ojos de sus hijas y rezar por ellas.