... relatos pseudopoéticos escritos desde lo más profundo de mi ser

Otoño

Aunque no pueda entender lo que me dice, el viento, jugueteando con mi pelo peinándolo para despeinarlo después, no deja de susurrarme cosinas al oído mientras las gotas de agua que desde el cielo se precipitan al vacío golpean sin cesar la luna menguante de mi paraguas y lentamente se van escurriendo hasta salpicar mis pies descalzos. 

Sin querer pierdo la vista en el horizonte inundado de profundos grises escarchados y arrastrado por el sempiterno vaivén de las olas acaricio con suavidad la playa de Portio en busca de las huellas que hace tiempo dejé olvidadas en su regazo de arena y roca, y entonces pienso que si la primavera, cargada de azules y rosas, pudiera ver a través de mis ojos, sonreiría. Acurrucado en los amargos brazos de la soledad disfruto del incesante rugir del mar, del orbayu que humedece mi alma hasta los huesos, del silencio espectral que contamina mi mente, del brillo de las farolas reflejado en los charcos ajados del suelo, del olor a quemado de las castañas saltando en el fuego, de las hojas sonrojadas de los árboles desnudos… del melancólico otoño cargado de lloviznas. 

Y sueño con cazar estrellas entre lóbregas nubes de algodón y perseguir caracoles con la casa a cuestas, e imagino el crujir temprano de las nieves primeras y el desprenderse de las hojas caducas ladera abajo y la tenue luz de la luna filtrándose entre el humo que a hurtadillas escapa de las chimeneas. Y acompañado de los susurros del río y del sencillo canto del viento me pierdo en los montes tratando de encontrar setas, descubriendo en el fondo del bosque tras el espesor de la nieblala silueta de una anjanaangustiada huyendo de mi presencia. 

Y aunque el sol parece haber huido desolado tras el horizonte veraniego y los días que restan hasta la llegada del buen tiempo se agolpan uno tras otro entre las hojas sin estrenar del calendario, yo me entusiasmo disfrutando con el diáfano crepitar del fuego, con los tonos ocres queatavían la montaña, con el olor a puchero que llega desde mi pueblo, con el dulce sabor de las quesadas caseras, con el tintineo de las gotas de lluvia golpeando el suelo, con el peso de las mantas sobre mi cuerpo, con los abrazables abrazos que regalan calor y ahuyentan los miedos. 

Y entonces pienso que si la primavera pudiera ver a través de mis ojos desearía dormir con el otoño ysoñar con el invierno.