En la soledad de mi celda
desprovista de barrotes me descubrió el invierno. Y aunque traté de huir del
gélido vaho que escapaba de su boca, sus noches vacías me golpearon con rabia hasta
arrancarme el llanto y resquebrajar mi pecho. Lentamente sentí como la angustia
cubría de hojas muertas las utopías que guardaba tatuadas en mi alma y me
zarandeaba a su antojo entre la palidez de sus frágiles dedos cubiertos de
escarcha. Las estrellas sacudidas se desprendieron al instante y el cielo quedo
vacío y en mis pulmones, anegados de profunda oscuridad, se ahogaron tus
recuerdos. Impávido traté de sobrevivir al olvido y tan fuerte como pude me
apretujé en tu pelo. Y sin querer me escurrí por tu delicada piel hasta encontrar
cobijo en el hueco de tu ombligo donde planté con cuidado los sueños que aún
quedaban esparcidos en mi almohada. En ellos me imaginé más alto, más fuerte,
sin miedos. Y de puntillas sobre un puñado de confianzas ya casi caducas me
elevé del suelo. Y subido a tus hombros me atreví a soportar las embestidas del
viento y reté a las nubes a que descargarán sobre mí sus aguaceros intensos. Y
convertido en la mirada que escapa de tus ojos volé que soñaba dejando atrás
las flores marchitas del luengo y sombrío invierno.
...en definitiva, cualquier cosa que crezca en mi cabeza, pues será el fruto (dulce o amargo) de mis ilusorias ensoñaciones.
... relatos pseudopoéticos escritos desde lo más profundo de mi ser
A la deriba
Aún te recuerdo sobre la atalaya
de mi memoria envuelta en el viento que sacudía tu pelo mientras dejabas volar
tu imaginación con él. Recuerdo que entre susurros de algodón me contabas los sueños
que se mecían en tus noches y como cada mañana se desvanecían bajo el hueco de
tu persiana. A veces cierro los ojos y sonrió al imaginarte trepando por entre
las ramas de los árboles persiguiendo estrellas y me entristezco al instante
por no haber sabido cómo detener el tiempo. Hay noches que siento el cálido
aliento de tus labios y creo escuchar tus delirios: como me asegurabas que en
ocasiones te sumergías en exóticos desiertos huyendo de las huellas que tras de
ti habías ido dejando o como con los primeros rayos de luz que llegaban al alba
te rompías en mil pedazos y entrelazando los recuerdos que yacían esparcidos
por tus sábanas volvías de nuevo a la vida. Y así me enseñaste a dibujar
quimeras en el cielo con pinturas trasparentes y a leer el futuro sobre la fina
arena que se nos escurría entre los dedos. Y soñando contigo comprendí tu mundo
y para sentirte más cerca busqué cobijo en él. Y poco a poco me fui haciendo
con trocitos de ti hasta que no fui nada más. Y ahora te extraño y me siento
preso de la oscuridad que lo cubre todo y me ahoga. Y abrazado al recuerdo de
tus ojos sobrevivo a la deriva.
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