... relatos pseudopoéticos escritos desde lo más profundo de mi ser

La historia de un cuento con final feliz

Hubo un tiempo en el que el mundo, fuera como fuese, se desvió durante una apacible noche de verano de su rutinaria trayectoria alrededor del sol. Científicos de todo el planeta reunidos para tratar la singularidad de este asunto pasaron horas y horas intentando resolver la razón sin igual de este extraño acontecimiento sin que llegaran a alcanzar una conclusión razonada que satisficiera a todos y cada uno de los ilustres asistentes que participaron en aquel inesperado consejo. 

Unos señalaban que a partir de ese momento se desencadenarían una serie de trágicos sucesos como inundaciones o terremotos que acabarían con todo aquello que hasta ese momento conocíamos; otros apuntaban que esa desviación sin duda debía ser algo temporal y que tarde o temprano el planeta volvería por inercia a ocupar el sitio en el que había permanecido durante millones de años; una minoría de expertos en astronomía indicaban con grandísima elocuencia que todo aquello se debía a la fuerza suprema de un agujero negro alojado a cientos de kilómetros de años luz en una galaxia aún por determinar y que el planeta Tierra, al igual que el resto de planetas y estrellas, sería devorado por la voracidad de este fenómeno intergaláctico…

Encerrados en un laboratorio en los confines del mundo, discutieron y analizaron enérgicamente durante semanas y meses cada una de las innumerables propuestas, sin percatarse de que el mundo poco a poco iba encogiéndose y haciéndose progresivamente más pequeño. 

De esta manera comenzaron a desvanecerse primero las montañas más grandes y los más profundos océanos, que se convirtieron sin que nadie se diera cuenta en pequeños montes y lagos de agua salada. Los desiertos y los bosques se esfumaron, y también las grandes urbes con sus altísimos rascacielos y sus edificios monumentales. Y así fue como todo el mundo fue desapareciendo ante nuestros ojos sin que nada ni nadie pudiera hacer algo por remediarlo, hasta convertirse en una pequeña pelota de playa.
Entonces el destino, apiadándose del trágico futuro que le aguardaba al ser humano, quiso que entre los dos últimos supervivientes surgiera la fuerza del amor para que este dulce momento quedara grabado en la abismal profundidad del conocimiento humano como el más placentero y a la vez el más doloroso recuerdo por ser el último.

Pero inexplicablemente en ese preciso instante, cuando irremediablemente todo iba a desaparecer por completo, el planeta regresó al sendero que durante millones de años había ido dibujando entre las estrellas y fuera por arte de magia, por ayuda divina, por alguna extraña suerte o por la fuerza del amor, todo volvió a ser como era entonces.