Hoy me he levantado con un extraño dolor de rodilla que no acabo de achacar a nada en especial, pues resulta que hace años siguiendo los firmes e inquebrantables consejos que mi madre una y otra vez me repetía a todas horas (sagrada paciencia la que tuvo y aún tiene conmigo), deje de sacrificar mis huesos con arriesgados deportes como el potro, el corro de las patadas, los pelotazos o el rey de la montaña. Y aunque no dudo que mis quebrajosos huesos sufran hoy las vicisitudes del ayer prefiero pensar que solamente se trata del tiempo que va a cambiar, o que se debe a los constantes vaivenes de la prima de riesgo, o a la caída de los valores del IBEX, o a los sobresaltos a los que nos tiene acostumbrados nuestra endeble economía, o… ¡maldita sea! tengo que dejar de desayunar con las noticias de la radio.
Así que, después de apagar el pequeño transistor que acompaña cada mañana mis bostezos, he decidido desoír las inestimables indicaciones de médicos y farmacéuticos (espero que me perdonen por ello) y huyendo por el pasillo de mis propios pesares mientras persiste a medias la cojera (pues sólo se trata de una rodilla y no de ambas), he decidido automedicarme con píldoras de alegría y sonrisas como analgésico.
Contra los quebraderos de cabeza abrazos de algodón, para la melancolía de los días grises un paraguas de colores, contra las interminables noches de amargura llena tu casa de amigos, para ahuyentar los malos momentos contágiate de sonrisas, contras las canciones melancólicas guitarreo y rock, si tus noches están desiertas de estrellas atrévete a pintarlas sobre tus sueños, combate la soledad sembrando amores, para espantar tus pesadillas llena tu cama de monstruos de peluche, cubre los baches del camino con las piedras de tus zapatos, contra el viento que golpea los cristales cortinas de esperanza, confía en ti para resolver los problemas despejando el valor de la X, dulzura y dulces besos para secar lágrimas amargas, contra el olvido rodéate de recuerdos, aprende que con cada caída te haces más fuerte y no más torpe, llora o grita si te lastimas pero no dejes que el miedo te haga fracasar, cobija tus ilusiones bajo las mantas durante las noches frías de invierno y para sobreponerte a los golpes de la vida nunca dejes de soñar.
Y recuerda que para cada magulladura hay una tirita y que nunca estamos solos aunque a veces no haya nadie. Recuerda que no sólo las pastillas calman el dolor de cabeza y que ciertas palabras mágicas también apagan el malestar. Recuerda que las caricias aunque no tengan receta a veces cierran heridas y que el «sana sana culito de rana» también alivia. Recuerda, en definitiva, que a tu alrededor hay gente que aunque no estudiará medicina está dispuesta a salvarte la vida cada día de tu vida.