... relatos pseudopoéticos escritos desde lo más profundo de mi ser

La primavera que nunca existió

Hartas de escuchar cada año la misma sonatina rimbombante del “¿me quiere? o ¿no me quiere?” y de ver como eran impúdicamente violadas por delicadas manos juveniles con la única pretensión de conocer los designios del providencial hado, las margaritas, enojadas por tales agravios, se plantaron y decidieron brotar desnudas tan sólo provistas de su verde tallo, y fue así como la primavera aquel año pasó de largo y el amor avergonzado jamás volvió a ocultarse tras sus pétalos blancos.

En el amor y en la guerra

A mi mujer no le gusta que le fastidie sus estrategias de colonización, pero hoy harto ya de soportar su política expansionista le he plantado cara sin prever las consecuencias del aquel maquiavélico enfrentamiento. Desgraciadamente, cinco minutos después me he visto obligado a aceptar un vergonzoso armisticio y a firmar una rendición sin condiciones. La dolorosa consecuencia ha sido la inmediata retirada de mi colección de vinilos de la tercera estantería del mueble del salón, lugar que ahora ocupará una valiosísima vajilla que nunca usamos. Aunque lo peor de todo es la incertidumbre de no conocer cuál será su siguiente objetivo, pues presiento que su ofensiva aún no ha acabado.

6 de agosto del 45

-Totalmente seguro- respondió con rotundidad una voz escapándose de la radio. Entonces volví a sobrevolar la zona señalada y respirando profundamente traté de convencerme de la existencia de Dios y le supliqué que me perdonara por lo que iba a hacer. Apreté los dientes tan fuerte como pude, volví a tomar aire profundamente tratando de mantener la calma y pulse finalmente el botón rojo tal como me habían ordenado. No quise volver la vista atrás aunque jamás he podido olvidarlo.

Street Fighter

Con este amargor tan extraño recorriendo mí boca, apreté tan fuerte como pude los dientes y traté de reponerme de aquel durísimo golpe, asestado con maestría por aquel impasible simio lleno de ira. Pero volví a caer al instante, sin fuerzas, sin vida, mientras a mí alrededor las luces de colores se consumían y se ahogaban los gritos de aquella jauría enajenada de gente. Entonces respiré profundamente y sonreí incrédulo al ver a mi padre saltando sobre el sofá lleno de alegría. Supongo que la ocasión lo merecía, era la primera vez que conseguía ganarme.

Recuerdos colgando de una alcayata

Extrañamente dentro de nuestro mundo todas las cosas estaban disfrazadas de felicidad y alegría mientras que al otro lado del cristal una fina neblina lo envolvía todo con un manto grisáceo oscuro.

Por un momento, arrastrado por la curiosidad, aparté mi mirada de tus ojos tratando de inspeccionar desde nuestra angosta atalaya todo aquello que pudiera acontecer al otro lado de nuestro idílico paraíso y fue entonces cuando comprendí que el lento transcurrir de los segundos parecía haberse olvidado de nosotros.

Éramos solamente el efímero recuerdo de un instante pasado, colgado de una pared, viendo pasar el tiempo sin poder pasar con él.

Y quise escapar pero no pude, pues yo ya no era yo sino tan sólo el eco de mi voz lejana, la huella de mis pasos perdidos, la sombra de lo que un día fuí haciendo equilibrismo sobre una alcayata.

News National Geographic I: Los erguidos árboles de color cambiante

La evolución avanza, eso es indudable. El hombre en su afán de progreso superó prontamente a cualquier animal de la creación y por ende se sirvió de ellos para conseguir sus fines, fueran cuales fueran los medios. Así logró colonizar parajes inhóspitos y desérticos, hizo que de entre sus manos brotarán nuevos seres, imitando a las aves consiguió surcar los cielos e incluso alcanzó, en una ocasión, la luna.

Por el contrario, debemos señalar que en contadas ocasiones ha participado activamente en el exterminio de diferentes especies, sin apenas importarle; algunas veces, además, su pasividad ha originado que otras tantas desaparezcan de la faz de la tierra, sin más; mientras que en otras trabajó de forma imprudente en busca de su propio beneficio y consecuentemente provocó la desaparición de decenas, por no decir centenas, de seres vivos.

Pero en fin, no pretendamos ahora desandar nuestro camino hacia el progreso y dejémonos ya de lamentarnos por ello, la evolución avanza y por suerte nosotros avanzamos a la par. Por esta causa debemos poner la vista ahora en las nuevas especies que a nuestro alrededor han surgido llenando el hueco de otras que no tuvieron la misma suerte y se desvanecieron a nuestro paso.

Permítanme que en este primer capítulo les hable de una nueva especia arbórea: los erguidos árboles de color cambiante, cuyas férreas raíces se hunden hoy en el espeso hormigón y en el viscoso asfalto de nuestras ciudades y cuya maravillosa naturaleza fascina tanto a peatones como a vehículos, que a cada instante se detienen atónitos para contemplar la majestuosidad de sus formas y los llamativos destellos que incesantemente desprenden. Algunos además, emiten extraños sonidos mediante los que sin duda pretenden comunicarse con otras especies y así interactuar entre ellas, demostrando con estos detalles su capacidad de adaptación a las circunstancias que le rodean y así lograr sobrevivir en un entorno hostil, como son nuestras ciudades.

Esta nueva especie surgió durante la primera mitad del siglo XX en la industrializada ciudad de Detroit y su paulatino avance logró desbancar con facilidad a otras especies como chopos o plátanos que poco a poco fueron cayendo en el olvido y desapareciendo de nuestras modernas urbes siendo suplantados por estos novedosos árboles de color cambiante

Leyendas de viejos marineros

Después de atravesar fríamente la lombriz con el reluciente anzuelo del siete, envuelto en la bruma y en la viejas historias que su abuelo cuando era niño le contaba, lanzó una vez más sus esperanzas por la borda y cobijándose de la brisa otoñal pacientemente aguardo.

De pronto el puntal de su caña se balanceó con violencia.

Tan rápido como pudo trató de recoger sus ilusiones imaginándose un pez en el otro extremo del sedal combatiendo con todas sus fuerzas por salvar su dilatada vida. Después de luchar unos instantes contra la fuerza de la corriente logró rescatar de las oscuras y pestilentes aguas otro viejo neumático corroído por la contaminación del mar, que violentamente devolvió a las profundidades del nauseabundo ponto.

Entristecido, recogió sus cosas y decidió olvidarse de todo, comprendiendo entonces que las historias de peces azules nadando en cristalinas aguas que su abuelo hace años le contó, tan sólo era eso, leyendas de viejos marineros.

No quise olvidarte

Soplaba la brisa desde lo más profundo del mar y vestidas de plata las olas jugaban a trepar hasta el cielo por las rugosas rocas del acantilado sobre el cual volaba mi propia sombra. A sus pies mi alma y a los pies de mi alma la tormentosa soledad y el inmenso vacio dejado por tu ausencia. Volví a tomar aire, en silencio, melancólico, sabiendo que sería ésta la última vez que mis pulmones se llenaban con el viento que en otro tiempo me empujo hasta tí, y sentí de pronto como tus huellas se borraban de mis recuerdos, y no quise olvidarte.

Gastroenteritis crónica

-¿Por qué me mira así?- le pregunté extrañado - ¿cree usted que es tan grave como parece?-
El hombre, sin titubear, afirmó con la cabeza, ocultando su incredulidad tras sus enormes gafas de pasta y su bata blanca. Sin entender muy bien lo que estaba sucediendo exactamente apartó durante un instante sus enormes ojos de mí para volver a inspeccionar al tras luz la radiografía que en su mano temblorosa portaba, mientras boquiabierto seguía tratando de desvelar aquella incógnita.
Finalmente afirmó desconcertado -creo que sufre usted una gastroenteritis crónica debido a que tiene una caperucita roja en el estómago-

Dolor incurable

Desde que tengo turno de noche apenas coincidimos en casa, pero sabes que esta es la única manera de sobrellevar el dolor que me causa tu ausencia. Cada mañana, mientras giro la llave de la puerta, sueño con verte al entrar en casa, besarte y abrazarte de nuevo, y quizá sea por ello que el eco de tus pasos aún me atormenta, pues inconscientemente trato de seguirlos, perdiéndome así en mis propios recuerdos, hundiéndome y ahogándome más y más en mi soledad. Por eso hoy he decidido no volver a nuestra casa y regresar por fin entre tus brazos- pensó, mientras sonriendo, el filo del cuchillo acariciaba suavemente su cuello.