Más tarde, con el tiempo, plantaremos un árbol, quizás un naranjo… a madre le encantaba su aroma- exclamó mi padre mientras sus ojos, hundidos de cansancio en sus propias entrañas, surcaban llenos de tristeza el horizonte -pero antes tendremos que encontrar un lugar donde reconstruir nuestros sueños, donde volver a echar raíces-. Yo, entonces, sentada sobre sus hombros apenas entendía nada de lo que sucedía, pero al volver la vista atrás y ver el humo que envolvía las ruinas de nuestro pueblo, recordé que junto a la ventana había olvidado la vieja muñeca de trapo que me hizo mamá.