... relatos pseudopoéticos escritos desde lo más profundo de mi ser

Calle del sol

Erase una vez un mar, y a orillas del mar una ciudad, y asomada a la ciudad una calle, y llenando la calle un murmullo, y bajo el murmullo despuntando un acorde, y escapando del acorde una guitarra, y al callar la guitarra aplausos, y escondidos entre los aplausos tus ojos, y en el reflejo de tus ojos los míos, y en mi mirar tu sonrisa, y en tu sonrisa el mar. Erase una vez una calle, y en la calle una ciudad.

Si me dejas…

Por cada sueño que no se cumpla colgaré mil estrellas del cabecero de tu cama y me bastará un instante al cobijo de tus brazos para inventar un nuevo mundo donde tender tus ilusiones al sol.

Uno a uno recogeré cada uno de los versos que sollozan en el olvido y con las yemas de mis dedos disfrazados de caricias trazaré sobre la delicada piel de tu espalda el destino que nos espera.

Bajo la penumbra en la que se oculta el brillo del amanecer perseguiré a tientas tus bostezos intentando velar el nacimiento de la mañana y convencerte de que mis abrazos son sólo parte de tus ensueños.

Tratando de ahuyentar el eco de tu ausencia pintaré cada mañana mi habitación del color de tus ojos y bajo mi almohada guardaré con cuidado el aroma de tu pelo para que no se lo lleve el viento.

Cada noche que no comparta contigo distraeré la nostalgia de tus besos marchitos y del frío de tus abrazos deseando acortar el cruel camino que separa tu alma de la mía y curarme así de la soledad que me ahoga.

Secaré con mis labios las lágrimas que se desvanecen bajo tus pupilas verdosas cuando te golpee la tristeza y para robarte una sonrisa te contagiaré de alegría. 

Llenaré tus noches vacías de mis delirios desbordados e imaginaremos juntos un nuevo principio para cada final, un regreso diferente para cada despedida, un hola distinto para cada adiós.

La historia de un cuento con final feliz

Hubo un tiempo en el que el mundo, fuera como fuese, se desvió durante una apacible noche de verano de su rutinaria trayectoria alrededor del sol. Científicos de todo el planeta reunidos para tratar la singularidad de este asunto pasaron horas y horas intentando resolver la razón sin igual de este extraño acontecimiento sin que llegaran a alcanzar una conclusión razonada que satisficiera a todos y cada uno de los ilustres asistentes que participaron en aquel inesperado consejo. 

Unos señalaban que a partir de ese momento se desencadenarían una serie de trágicos sucesos como inundaciones o terremotos que acabarían con todo aquello que hasta ese momento conocíamos; otros apuntaban que esa desviación sin duda debía ser algo temporal y que tarde o temprano el planeta volvería por inercia a ocupar el sitio en el que había permanecido durante millones de años; una minoría de expertos en astronomía indicaban con grandísima elocuencia que todo aquello se debía a la fuerza suprema de un agujero negro alojado a cientos de kilómetros de años luz en una galaxia aún por determinar y que el planeta Tierra, al igual que el resto de planetas y estrellas, sería devorado por la voracidad de este fenómeno intergaláctico…

Encerrados en un laboratorio en los confines del mundo, discutieron y analizaron enérgicamente durante semanas y meses cada una de las innumerables propuestas, sin percatarse de que el mundo poco a poco iba encogiéndose y haciéndose progresivamente más pequeño. 

De esta manera comenzaron a desvanecerse primero las montañas más grandes y los más profundos océanos, que se convirtieron sin que nadie se diera cuenta en pequeños montes y lagos de agua salada. Los desiertos y los bosques se esfumaron, y también las grandes urbes con sus altísimos rascacielos y sus edificios monumentales. Y así fue como todo el mundo fue desapareciendo ante nuestros ojos sin que nada ni nadie pudiera hacer algo por remediarlo, hasta convertirse en una pequeña pelota de playa.
Entonces el destino, apiadándose del trágico futuro que le aguardaba al ser humano, quiso que entre los dos últimos supervivientes surgiera la fuerza del amor para que este dulce momento quedara grabado en la abismal profundidad del conocimiento humano como el más placentero y a la vez el más doloroso recuerdo por ser el último.

Pero inexplicablemente en ese preciso instante, cuando irremediablemente todo iba a desaparecer por completo, el planeta regresó al sendero que durante millones de años había ido dibujando entre las estrellas y fuera por arte de magia, por ayuda divina, por alguna extraña suerte o por la fuerza del amor, todo volvió a ser como era entonces.

Despertar

Bajo el brillo fugaz de las Perseidas despierto y aún sonámbulo puedo sentir como los sueños se desvanecen mansamente bajo las arrugas de mis sábanas y como el rocío de la madrugada se escurre entre los pétalos deshojados de la noche. 

La delicada luz de la aurora que se cuela a tientas por la ventana disuelve mis pesadillas de nuevo e indefenso siento como el reflejo de tus ojos se confunde con las lánguidas sombras de mi memoria. 

Mientras el viento, meciéndose sobre las cortinas, me empuja de la cama, la inmensidad de la vida disfrazada de amaneceres me sorprende y me ofrece entre bostezos alas fabricadas con remiendos de lo que fui y posibilidades de lo que seré. 

Y huyendo del frío me agazapado entre las mantas y me envuelvo en los cálidos recuerdos que compartimos al abrigo de la luna, y entusiasmado al verme reflejado en ellos, cierro los ojos y disfruto de las caricias de tus besos. 

Y aunque la vida se resquebrajaba bajo el atronador tormento de mi despertador siento un pellizco de auxilio sosegando mi alma, serenando mi aliento, y sin querer se me escapa una sonrisa al verte abrazada a la almohada disfrutando aún del dulce sabor de los sueños.

Analgésico

Hoy me he levantado con un extraño dolor de rodilla que no acabo de achacar a nada en especial, pues resulta que hace años siguiendo los firmes e inquebrantables consejos que mi madre una y otra vez me repetía a todas horas (sagrada paciencia la que tuvo y aún tiene conmigo), deje de sacrificar mis huesos con arriesgados deportes como el potro, el corro de las patadas, los pelotazos o el rey de la montaña. Y aunque no dudo que mis quebrajosos huesos sufran hoy las vicisitudes del ayer prefiero pensar que solamente se trata del tiempo que va a cambiar, o que se debe a los constantes vaivenes de la prima de riesgo, o a la caída de los valores del IBEX, o a los sobresaltos a los que nos tiene acostumbrados nuestra endeble economía, o… ¡maldita sea! tengo que dejar de desayunar con las noticias de la radio.
 
Así que, después de apagar el pequeño transistor que acompaña cada mañana mis bostezos, he decidido desoír las inestimables indicaciones de médicos y farmacéuticos (espero que me perdonen por ello) y huyendo por el pasillo de mis propios pesares mientras persiste a medias la cojera (pues sólo se trata de una rodilla y no de ambas), he decidido automedicarme con píldoras de alegría y sonrisas como analgésico.
 
Contra los quebraderos de cabeza abrazos de algodón, para la melancolía de los días grises un paraguas de colores, contra las interminables noches de amargura llena tu casa de amigos, para ahuyentar los malos momentos contágiate de sonrisas, contras las canciones melancólicas guitarreo y rock, si tus noches están desiertas de estrellas atrévete a pintarlas sobre tus sueños, combate la soledad sembrando amores, para espantar tus pesadillas llena tu cama de monstruos de peluche, cubre los baches del camino con las piedras de tus zapatos, contra el viento que golpea los cristales cortinas de esperanza, confía en ti para resolver los problemas despejando el valor de la X, dulzura y dulces besos para secar lágrimas amargas, contra el olvido rodéate de recuerdos, aprende que con cada caída te haces más fuerte y no más torpe, llora o grita si te lastimas pero no dejes que el miedo te haga fracasar, cobija tus ilusiones bajo las mantas durante las noches frías de invierno y para sobreponerte a los golpes de la vida nunca dejes de soñar.
 
Y recuerda que para cada magulladura hay una tirita y que nunca estamos solos aunque a veces no haya nadie. Recuerda que no sólo las pastillas calman el dolor de cabeza y que ciertas palabras mágicas también apagan el malestar. Recuerda que las caricias aunque no tengan receta a veces cierran heridas y que el «sana sana culito de rana» también alivia. Recuerda, en definitiva, que a tu alrededor hay gente que aunque no estudiará medicina está dispuesta a salvarte la vida cada día de tu vida.

En un instante (todo puede cambiar)

Érase una vez un suspiro que al convertirse en beso dejo de serlo.

Otoño

Aunque no pueda entender lo que me dice, el viento, jugueteando con mi pelo peinándolo para despeinarlo después, no deja de susurrarme cosinas al oído mientras las gotas de agua que desde el cielo se precipitan al vacío golpean sin cesar la luna menguante de mi paraguas y lentamente se van escurriendo hasta salpicar mis pies descalzos. 

Sin querer pierdo la vista en el horizonte inundado de profundos grises escarchados y arrastrado por el sempiterno vaivén de las olas acaricio con suavidad la playa de Portio en busca de las huellas que hace tiempo dejé olvidadas en su regazo de arena y roca, y entonces pienso que si la primavera, cargada de azules y rosas, pudiera ver a través de mis ojos, sonreiría. Acurrucado en los amargos brazos de la soledad disfruto del incesante rugir del mar, del orbayu que humedece mi alma hasta los huesos, del silencio espectral que contamina mi mente, del brillo de las farolas reflejado en los charcos ajados del suelo, del olor a quemado de las castañas saltando en el fuego, de las hojas sonrojadas de los árboles desnudos… del melancólico otoño cargado de lloviznas. 

Y sueño con cazar estrellas entre lóbregas nubes de algodón y perseguir caracoles con la casa a cuestas, e imagino el crujir temprano de las nieves primeras y el desprenderse de las hojas caducas ladera abajo y la tenue luz de la luna filtrándose entre el humo que a hurtadillas escapa de las chimeneas. Y acompañado de los susurros del río y del sencillo canto del viento me pierdo en los montes tratando de encontrar setas, descubriendo en el fondo del bosque tras el espesor de la nieblala silueta de una anjanaangustiada huyendo de mi presencia. 

Y aunque el sol parece haber huido desolado tras el horizonte veraniego y los días que restan hasta la llegada del buen tiempo se agolpan uno tras otro entre las hojas sin estrenar del calendario, yo me entusiasmo disfrutando con el diáfano crepitar del fuego, con los tonos ocres queatavían la montaña, con el olor a puchero que llega desde mi pueblo, con el dulce sabor de las quesadas caseras, con el tintineo de las gotas de lluvia golpeando el suelo, con el peso de las mantas sobre mi cuerpo, con los abrazables abrazos que regalan calor y ahuyentan los miedos. 

Y entonces pienso que si la primavera pudiera ver a través de mis ojos desearía dormir con el otoño ysoñar con el invierno.

Cerrado por vacaciones

Entre mis manos una hoja en blanco salpicada de palabras sin sentido solloza apenada. La música de piano se va posando adormecida sobre los muebles suspendidos de la sala cubriéndolos de soledad sonora. Fatigado de tanto bailar al compás de mis dedos el lápiz yace inconsciente sobre la mesa apoyado en el tiempo que parece haberse detenido ante mí, cansado de transcurrir sin más. Entre las entrañas de mi memoria rebusco en vano algún verso de Neruda que alimente mi espíritu dormido, mientras mis ojos deambulan en el vacío persiguiendo quimeras. Desconsolado, añoro ahora los susurros de mi musa retumbando cada noche en mi cabeza y agotado de no encontrarle sentido a la nada me abandono en el hastío. Frente a la ventana de mi habitación opaca un jilguero posado en un cartel que dice Cerrado por vacaciones llama mi atención con su canto y sonrío sin querer, incluso la poesía tiene derecho a huir de las atroces garras de la rutina.

... de regreso

Las huellas que he ido dejando esparcidas tras de mí se mezclan ahora con el viscoso asfalto de las calles que se derriten lentamente bajo mis pies mientras inconscientemente me mezclo con el deambular de los autos que pasan arrastrando tras de sí sus alargadas sombras negras y el ronco lamento de sus motores huecos. 

La rutina, agotada, se detiene un instante para saborear el repiqueteo de las campanas del reloj anunciando las siete y media y antes de que el último segundo desaparezca consumido en el olvido prosigue su camino arrastrándome nuevamente con ella, como cada mes de septiembre. Adormecido aún, me entretengo imaginando los minutos caducos desprendiéndose uno tras otro de la esfera que con apego les da cobijo y si el relojero que les dio la vida pensó en el tiempo perecedero que cada día se consumiría bajo el laborioso trabajo de sus pulcras manos per secula seculorum. 

Entonces, distraído por mis pensamientos, te recuerdo sonriendo (como siempre) y, contagiado por la felicidad que se dibuja curvada en tu rostro, sonrío y nada más, solamente sonrío y prosigo mi camino llenando mi cabeza de ensoñaciones y de recuerdos, de furtivas estrellas fugaces dejando en el oscuro cielo brillantes estelas recubiertas de deseos. 

 Mi alma, tratando de huir del diario transcurrir que se abalanza a escondidas sobre ella, se deleita ahora dibujando en el lienzo de la memoria garabatos sin sentido, quimeras envueltas en papel de regalo aguardando a ser abiertas, ilusiones que tarde o temprano dejarán de serlo para convertirse en la cotidianeidad que recubre finamente la vida de un soñador, pues no es lo mismo soñar que tener sueños. 

Y de pronto extraño el aroma dulzón que traía el viento y me despeinaba, el horizonte vacío de chimeneas, el carrusel de hormigas cargadas de trigo, el sonatina de los grillos a la vera río, las noches en vela brincando en la plaza… y cierro los ojos y me imagino tumbado sobre la arena jugando a cazar estelas de aviones como si fueran moscas o imaginando el dulce sabor de tus huidizos besos o el acogedor calor de tus abrazos perennes y poco a poco, sin querer, me voy deslizando entre la gente, confundiéndome con ellos, enredando mis pasos con los suyos, mezclándome tibiamente en el bullicio que exhala de la urbe que me acoge de nuevo, sin rencor por el abandono estival, mientras saboreo los últimos días de agosto en mi memoria para despedirme de ellos mientras cruzo la puerta de la oficina y saludo: ¡Buenos días!

La dieta de los buitres

Y cuando los comensales acabaron de limpiarse las migas de pan que yacían esparcidas sobre la delicada seda que cubría sus abultadas barrigas dio comienzo el festín. 

Entonces como si la deliciosa carne de ternera no hubiese saciado sus estómagos sedientos y no hubiesen llenado aún sus gaznates sin fondo con la embriagadora bilis de Baco, recogieron sus codos sobre el mantel de la mesa y entre bocanadas de humo gris y mal disimulados sorbos de licor amargo comenzaron a repartirse las migajas de cielo y tierra que aún quedaban sin dueño mientras yo, desconfiado e incrédulo, permanecía inmóvil (como el arpa) aguardando pacientemente en un rincón alejado para satisfacer sus peticiones con la mayor premura posible aunque para ello tuviera que ofrecerles en una bandeja de plata mi propia cabeza cortada. 

Así, sin más, comenzaron a volar de boca en boca sobra las copas vacías palabras complejas y ambiguas, grandilocuentes discursos teñidos de empleo y porvenir que retorciéndose bajo la nube de humo se diluían en la nada tratando de proyectar ambiciosos planes de futuro con los que encubrir su avaricia y disfrazar sus mentiras, hasta que de pronto el eco de sus rancias promesas cubrió el hueco de su dilatada codicia y estallaron en socarronas carcajadas las insípidas palabras que atiborraban sus discursos. 

Y sin mostrar empatía alguna con su exquisita dieta engulleron de un bocado las playas de salitre y arena que pertenecían al mar para llenar de ladrillo y cemento los acantilados que antes sólo alcanzaba el viento. Después colmaron los verdes bosques con el viscoso asfalto que se les escurría de entre las manos y sembraron la tierra con plantas inertes de plástico y de hormigón. Máquinas sin corazón devoraron con afán hasta el último aliento que exhalaba del suelo de los profundos valles y su falta de conciencia contaminó los ríos que surcaban la piel de la tierra. Con sus afilados colmillos de latón mordisquearon robustas montañas para explotar el alma que permanecía oculta bajo sus arrugas de roca y con flemáticos ungüentos creados en laboratorios artificiales arruinaron los campos que fueron savia de la vida en otro tiempo. 

Ante nuestros propios ojos, cegados por el color de su dinero corrupto, por sus falaces promesas y sus decrépitos empleos, secaron los lagos, contaminaron los mares y emponzoñaron el cielo, destrozaron la tierra y nos robaron los sueños, y cuando se hartaron de nuestros recursos huyeron dejando tras de sí la desolación y el abandono que precede al suplicio, al tormento. 

Cuando el banquete alcanzó a su fin uno de los comensales se acercó a mí mostrando sobre su voluminoso estómago una amplia sonrisa, propiciada sin duda por el hervor del alcohol y el satisfactorio compromiso alcanzado, y con un giño introdujo sigilosamente en el bolsillo de mi camisa unos billetes infectados de la complicidad de la que yo no deseaba ser participe. Trague saliva tratando de domesticar mis demonios y amablemente le devolví la sonrisa y le indiqué con educación la salida. 

A la mañana siguiente doné mis propinas a una ONG y lleno de rabia salí a defender la tierra que crece bajo mis pies pues en ella están plantados mis sueños e ilusiones y el recuerdo de mis abuelos y no dejaré que nadie las pisotee con sus fábricas de sucio dinero.

Don´t worry...

Llueve y el día está gris y frío. A lo lejos creo escuchar el sonido de las olas escapando del mar mientras incesantemente golpean contra el cristal las gotas de lluvia y me entristezco sin querer. La crisis, los desahucios, el paro, las noticias sobre corrupción y engaño llenando cada día los telediarios, los recortes salariales, la pérdida de derechos, el futuro de nuestros hijos desvaneciéndose ante nuestros ojos y mientras tanto… llueve, sólo llueve. En un instante el silbido de la cafetera se cuela entre los truenos y los tormentos que ya llenan mi cabeza y siento como el olor del café recién hecho va inundando la cocina. No sé cómo pero acabo de sonreír, estoy extrañado ¡Hay tantas cosas que nos llenan de felicidad que no entiendo cómo a veces se nos puede olvidar sonreír! Es cierto que las cosas están mal y que todos cargamos con un profundo peso en el pecho que nos agobia y nos empequeñece, pero al sentir el aroma del café… 

El día está gris y llueve, pienso mientras vuelvo al sofá con el sabor del café en los labios y alcanzo el libro que duerme sobre la mesa. Las gentes tienen estrellas que no son las mismas, leo en una página arrugada y desgastada de releerla una y otra vez e inconscientemente vuelvo a sonreír. Acabo de darme cuenta que la felicidad se esconde en la página de un libro, entre los granos del café, en los acordes de aquella canción que tarareas desde hace años, bajo las raíces de la planta que cuelga de tu balcón. Es tan sencillo ser feliz como dice Mario San Miguel. Jugar un partidillo de futbol con tus colegas como si tuvieras quince años, estremecerse junto a tus hijos con el final de una peli infantil, brindar sin tener motivos, la sonrisa que te regala cada día la tendera de tu barrio a la que conoces desde que eras niño, reírte a carcajadas con el mismo chiste que siempre cuenta tu hermano. 

Llueve aunque por momentos parece que el día despeja. Mi mujer me mira asombrada y confundida después de que la haya besado y haya susurrado a su oído que la quiero como el primer día, y me regala una sonrisa mientras me dice que estoy loco. Siempre me hicieron feliz sus besos, su sonrisa, su compañía. Tu tendrás estrellas como nadie las ha tenido me recuerda Antonie y me alegra saber que es cierto, mis estrellas son los abrazos de mi familia tras las campanadas de Nochevieja, bailar a empujones con mis amigos mientras nos desgañitamos gritando los poemas de Robe, ayudar sin más a un desconocido que necesita de mí, compartir hasta el último segundo de cada minuto con los seres queridos que rodean mi vida, manifestarme contra las injusticias y luchar contra la guerra, invitar a una cerveza a un amigo al que hace años que no veo y rememorar entre risas viejos tiempos, perderme de vacaciones en los lugares donde nunca he estado, sentirme vivo al ver la bondad de un niño ayudando a otro a levantarse del suelo… ¡Dios mío, este café es mágico! 

Hace un rato que ha dejado de llover y algunos rayos de sol se han tendido sobre el horizonte para secarse y dibujan sobre él un arco iris precioso. Ahora sonrío al recordar las palabras de mi abuela: al final siempre termina escampado hijo, sus propinas los domingos por la mañana y también sus collejas, y me alegra saber que le debo muchísimo de lo que soy, a ella y a toda la gente que me rodea, pues al final tenemos que quedarnos solamente con eso, con las cosas buenas que nos da la vida y crecer a partir de ellas.

Encogimiento

La habitación entera da vueltas sobre mi ombligo y no consigo dormir. Los párpados agotados de soportar la tormenta yacen inertes sobre mis ojos. Inundado de soledad pierdo el conocimiento. Ahora ya no soy yo, y a pesar de no ser más que la sombra etérea de mis recuerdos, te extraño y tu ausencia me condena a la más amarga de las soledades. Todo está oscuro y en calma en mis adentros y siento un profundo y angustioso miedo recorriendo mi piel. Los latidos de mi corazón se desvanecen poco a poco y en mis pulmones se ahoga el insípido aliento empeñado en vivir. No quiero morirme aunque no muero, pero ahora extrañamente la muerte no me parece tan mala compañía.

Quisiera

Quisiera que el tiempo vomitara sobre mi alma los segundos en los que fui feliz y saborear así el eco de tu piel ausente y que no me amargue en la garganta tu recuerdo. Quisiera no ser preso de cuanto soy para imaginarme a tu lado, soñando contigo, durmiendo a tu vera, agarrado a tu mano. Quisiera guardar en las arrugas de mi vejez las caricias de tus dedos y morirme agotado de vivir en tu regazo. Quisiera cubrir mi tez desnuda con la calidez de tus besos y despojarme de mi ser ante tus ojos y  mecerme en tu sonrisa para siempre. Quisiera ser parte de tu alma, de tu esencia, de tus sueños, la huella de tu sombra, el hálito de tu aliento, el tenue suspiro que se escapa de tu recuerdo… Quisiera que me quisieras, quisiera pero no puedo.

Temblar

Temblar, mezclar palabras sin sentido, huir del mundo titubeante sin aguardar a que el destino que nos persigue te de alcance. Detenerse a respirar, esparcir al viento tus miedos y buscar refugio para escapar de ellos. Temblar, pensar que hay gente afortunada que camina por las calles por donde tú te pierdes, escuchar como las gotas de agua golpean la ventana y asomar una mano para comprender que llueve. Temblar, pasar la noche en vela masticando pesadillas, imaginar quimeras en el humo que se escapa del cigarrillo que sostienes con tus dedos. Temblar, cubrirte la cara con las manos y tratar de huir de los recuerdos que te ahogan, sentir como tu mirada se pierde en el horizonte de tu habitación. Temblar y sentirte vivo aún deseando estar muerto. Temblar.

Esencias


Respiro y sin darme cuenta siento como mi mundo se encoje sobre mi pecho y me asfixia. Sin pensarlo trato de escapar del abismo que me condena y resquebrajo con todas mis fuerzas mi piel y mis huesos para que fluya mi alma a través del olvido. Sólo entonces descanso en paz.

Se desvanece mi último aliento mientras me entretengo recordando, antes de que se lo lleve el viento, la esencia de lo que fuimos (los destellos de tus ojos, el calor de tus abrazos, tu sonrisa encantada, el dulce sabor de tus labios) e inconscientemente sonrío al comprender lo feliz que fui, que fuimos, y me entristezco al pensar que esos mismos pensamientos se marchitarán con el paso tiempo puesto que ya nunca más lo seremos.

De pronto el gris ceniza se convierte en negro, el aire se comprime, el trascurrir de los segundos se hace pesado y denso, y la oscuridad, cargada de pesadillas y miedos, se posa levemente sobre mis párpados para arrebatarme de un suspiro mis añorados sueños.

Hasta renacer en ti


En la soledad de mi celda desprovista de barrotes me descubrió el invierno. Y aunque traté de huir del gélido vaho que escapaba de su boca, sus noches vacías me golpearon con rabia hasta arrancarme el llanto y resquebrajar mi pecho. Lentamente sentí como la angustia cubría de hojas muertas las utopías que guardaba tatuadas en mi alma y me zarandeaba a su antojo entre la palidez de sus frágiles dedos cubiertos de escarcha. Las estrellas sacudidas se desprendieron al instante y el cielo quedo vacío y en mis pulmones, anegados de profunda oscuridad, se ahogaron tus recuerdos. Impávido traté de sobrevivir al olvido y tan fuerte como pude me apretujé en tu pelo. Y sin querer me escurrí por tu delicada piel hasta encontrar cobijo en el hueco de tu ombligo donde planté con cuidado los sueños que aún quedaban esparcidos en mi almohada. En ellos me imaginé más alto, más fuerte, sin miedos. Y de puntillas sobre un puñado de confianzas ya casi caducas me elevé del suelo. Y subido a tus hombros me atreví a soportar las embestidas del viento y reté a las nubes a que descargarán sobre mí sus aguaceros intensos. Y convertido en la mirada que escapa de tus ojos volé que soñaba dejando atrás las flores marchitas del luengo y sombrío invierno.

A la deriba


Aún te recuerdo sobre la atalaya de mi memoria envuelta en el viento que sacudía tu pelo mientras dejabas volar tu imaginación con él. Recuerdo que entre susurros de algodón me contabas los sueños que se mecían en tus noches y como cada mañana se desvanecían bajo el hueco de tu persiana. A veces cierro los ojos y sonrió al imaginarte trepando por entre las ramas de los árboles persiguiendo estrellas y me entristezco al instante por no haber sabido cómo detener el tiempo. Hay noches que siento el cálido aliento de tus labios y creo escuchar tus delirios: como me asegurabas que en ocasiones te sumergías en exóticos desiertos huyendo de las huellas que tras de ti habías ido dejando o como con los primeros rayos de luz que llegaban al alba te rompías en mil pedazos y entrelazando los recuerdos que yacían esparcidos por tus sábanas volvías de nuevo a la vida. Y así me enseñaste a dibujar quimeras en el cielo con pinturas trasparentes y a leer el futuro sobre la fina arena que se nos escurría entre los dedos. Y soñando contigo comprendí tu mundo y para sentirte más cerca busqué cobijo en él. Y poco a poco me fui haciendo con trocitos de ti hasta que no fui nada más. Y ahora te extraño y me siento preso de la oscuridad que lo cubre todo y me ahoga. Y abrazado al recuerdo de tus ojos sobrevivo a la deriva.

Entre bostezos


El sonido de una ambulancia perdiéndose en el silencio de la madrugada, la estela de un avión parpadeando sobre el horizonte bañado de plata, el susurro del viento que pasa arrastrando una hoja y borra mis huellas, el tiempo que se consume sin dejar ningún rastro de lo que fue salvo el eco de las campanadas retumbando sobre la marquesina del autobús donde sigo pacientemente esperando imaginando un cielo claro en una noche de invierno, añorando el verano para abrigar con él mi gélido aliento. Llega el autobús e irremediablemente abandono mis ensoñaciones, saludo, pago y me apago, convirtiéndome en un pasajero más de la línea 5.