
Desorientada, alzó como pudo la vista y al ver su propio reflejo esparcido sobre los cristales rotos de la moqueta trató de levantarse y huir de su propia pesadilla, pero los músculos de sus piernas, abatidos por los golpes recibidos, no aguantaron el peso de su alma y se hundieron al instante en sus miedos.
Apenas podía comprender lo que estaba sucediendo pues en unos segundos todo aquello que le rodeaba había desaparecido por completo. Un helicóptero, un fuerte estallido, un extraño olor picante, gritos…
Sintiendo como se nublaban los recuerdos de sus familia y como se desvanecía la esperanza, olvidó de golpe el dolor de sus heridas e intentó sobreponerse a la angustia que atenazaba su cuerpo contra el frío suelo.
Con el escaso valor que flotaba en el aire llenó sus pulmones e intentó de nuevo soportar sobre sus hombros el peso de su decrépito mundo. Durante un efímero instante creyó en sí misma y logró ponerse con dificultad en pie, entonces a través del hueco de la ventana pudo ver el infierno del que llevaba huyendo toda la vida.
De pronto una ligera brisa cargada de plomo y metralla atravesó las cortinas y, sacudiendo con violencia las entrañas de su cuerpo, se desplomó inerte contra el suelo. Ya no lucharía por levantarse, ni tan si quiera por sobrevivir, tan sólo se esforzó por recordar los ojos de sus hijas y rezar por ellas.