...en definitiva, cualquier cosa que crezca en mi cabeza, pues será el fruto (dulce o amargo) de mis ilusorias ensoñaciones.
... relatos pseudopoéticos escritos desde lo más profundo de mi ser
Llantos convertidos en poesía
Carpe diem
A la cola, como todo el mundo y el mundo entero detenido uno tras de otro aguardando quién sabe qué mientras el tiempo cargado de frágiles quimeras se desvanece irremediablemente ante nuestros ojos.
-Perdone ¿la salida?
-Al fondo, pero no puede saltar sin paracaídas.
Lo que somos
Apenas somos un puñado de recuerdos caducos esparcidos por la memoria que tan sólo añoran detener por un instante los fugaces momentos que lentamente se desvanecen en el olvido (consumiéndose en la nada) y asomarse al balcón de la existencia para gritarle a la vida que no somos nada, que el tiempo, impasible y cruel, pasa de largo ante nosotros arrastrándonos consigo y dejando tras de sí la sombra de lo que un día fuimos: líneas curvas y rectas que dibujan un horizonte ante nuestros ojos tan lejano y confuso que ya no sabemos diferenciar la realidad de los sueños.
Recuerdos del olvido
Pasos que se pierden ahogados bajo la imperecedera caricia de las olas y se desvanecen dejando sobre la fina arena primero los ecos de lo que no hace mucho fueron y luego sencillamente nada, la nada eterna y angustiosa que hace y deshace a su antojo el tiempo, como en un juego macabro de sombras carentes de luz, donde la vida pulula de un lado a otro palpitando bajo los suspiros enaltecidos del recuerdo que ahora perece. Y el espacio lentamente se consume y desaparece bajo la espuma de sal que acaricia la orilla.
Instantes
Sol de otoño
Cuando, como cada tarde, regrese su padre se desvanecerán por completo sus miedos. Bajo el calor de una farola que tintinea de frío alimentará su espíritu malherido con historias de Cortázar y en un suspiro se quedará dormido abrazado a su cuello, soñando con cronopios y famas, con dulces gotas de leche esparcidas por el cielo, mientras el viejo busca un soplo de esperanza en las sucias monedas que han caído entre sus dedos.
El vivo al bollo
Se entrenaban cada mañana para estar muertos, o al menos parecerlo, cerrando con fuerza los ojos y aguantando la respiración con trocitos de goma en la nariz tratando de imaginar el cielo que don Alfonso con voz gastada y ronca (como su sotana) les había detallado aquel domingo de mayo. Mientras tanto Mario, más entretenido en las cosas terrenales, aprovechaba los recreos para registrar minuciosamente cada pupitre y asegurarse así un buen almuerzo, preguntándose si en el infierno también habría chuches.
A cada instante
El sabor de tus besos
Bajo la sombra de un viejo olivo te encontré y en aquel mismo instante te perdí. El sabor de tus besos apenas duró un suspiro y arrastró nuestros secretos consigo el cálido soplo del viento. La inexperiencia de mis manos aprendió del vaivén de las hojas caducas que flotaban en el aire, de la noche otoñal disfrazada de silencio, y al abrigo de tu cálido aliento dejaron de temblar mis labios y me deshice en tus brazos con el calor de tu cuerpo. Aún recuerdo, a pesar del cruel paso del tiempo, los murmullos de otoño, la luna llena colgada del cielo, la suavidad de tus dedos recorriendo mi espalda, el sabor de tus besos en mi paladar reseco.
Contratante asegurado
Montmartre
Au revoir

Perdido en la memoria
Perdido en la memoria
Recuerdo que había noches en las que el sonido de la lluvia golpeando contra el cristal de mi ventana se fundía con las notas del violín que escapaban de entre sus dedos. Entonces los miedos que acechaban mis sueños desaparecían por completo bajo el peso de las mantas y una cálida sensación acariciaba mi piel colándose por cada uno de los poros de mi cuerpo inundando mi alma de paz y ahuyentando de mi habitación los fantasmas de la oscuridad. Y así, mientras los acordes flotando se desvanecían en el silencio, Morfeo me acogía en su regazo y me protegía hasta la llegada del alba en su cómodo reino.
La inexistencia de la nada

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